Una considerable cantidad de problemas sexuales tienen como una de sus causas las deformaciones sociales acerca de que son y para que sirven los genitales.
Creencias y concepciones nocivas sobre los genitales en sí y sobre las diferencias genéricas de los mismos se reciben desde la cuna produciendo al llegar a la adolescencia una posición de la sexualidad muy alejada de placer y el bienestar, es decir una posición contraria a la sexualidad.
En nombre de "la moral" y las "buenas costumbres", los genitales son desconocidos aún por los propios dueños.
Este fenómeno lo padece especialmente la mujer por el proceso de asexuación que sufre, a este hecho social lo favorece la anatomía femenina ya que la visión de sus genitales es mucho más complicada.
No los ve ella, es zona prohibida y cuando llega el momento de poder tomar un espejito para conocerlos le es imposible, tampoco es posible que su compañero o pareja pueda acceder a mirarlos, el pudor viene a sumarse a este conjunto de escollos y ante él no se puede mostrar desnuda.
El nombre, otro problema!, nada en el mundo tiene tantas denominación como ellos, y especialmente (nuevamente) los femeninos, hay una variedad de nombres sorprendente; en cada lugar, cada familia, cada persona y de acuerdo con quien se esté el nombre cambia. El nombre científico no corre mejor suerte, cuando se quiere hablar con "propiedad" se confunden los términos usando la palabra vagina por vulva (¡otra vez la mujer!), esta alteración la hacen inclusive más de una doctora (medicas, que terminaron la carrera de medicina).
No hace falta ser muy suspicaces para deducir que la falta de denominación más o menos compartida por todos es una tarea de la represión y deformación de la sexualidad, con tantos nombres no se pueden denominar estas partes del cuerpo de una forma simple, sencilla y espontánea tal como sucede con cualquier otra parte del cuerpo.
Esto constituye un adiestramiento muy sutil mediante el cual desde el nacimiento se "aprende" (verdaderamente no es aprender, es un condicionamiento o adietramento) a negar y denigrar estas partes del propio cuerpo fuentes de deseo y placer sexual, ergo se condiciona a negar la propia sexualidad. Y así se sigue de generación en generación.
¿Las consecuencias?, se ven después en nuestros consultorios, siempre y cuando se cuente con la suerte poder de pedir ayuda profesional.
Los hombres corren una especie de “mejor suerte” en el tema, en general hay más libertad y espontaneidad para hablar y tratar a sus genitales.
Las palabras populares son menos y las científicas son pene y testículos. Nótese que las palabras coinciden con la realidad, no siendo confundidas.
También hay una diferencia en la connotación, no esta cargada de vergüenza sino de gracia, picardía y fortaleza: ¡él es todo un señor!, el pene, claro. No obstante esto no es favorable, se le da al pene una especie de autonomía, en la cual parecería que se maneja de por si mismo, hasta se le habla. El pene, así, se transforma en alguien inmanejable por uno, con características de endiosamiento a quien se le exige rendimiento y potencia tremenda perpetua. Nunca puede fallar.
En definitiva, se convierte en un peso; solo se lo puede mostrar o nombrar cuando se "porta" bien, para expresar su "gran" potencia.
Actualmente esta herencia crea muchos conflictos y contradicciones en un cambio social en que hombre y mujer quieren ir a la par.
Si bien el hombre cuenta con el permiso y la visión fácil para conocer sus genitales esto tiene su contra a la hora de perder la excitación durante una relación sexual, cuestión que pasa a ambos sexos, con la diferencia que para el hombre es inadmisible por las consideraciones mencionadas y la anatomía de su miembro viril. Lo cual se torna muchas veces en trastornos de la erección.
Desde una perspectiva integradora biopsicosocial entendemos que la sexualidad femenina mucho más reprimida en función de inhibirla totalmente ya que esto garantiza la identidad del padre y con ello la seguridad de la herencia a los propios hijos, por otra parte si se inhibiese totalmente la masculina no habría reproducción y acabaría la especie humana, ya que es imposible gestar sin la excitación sexual masculina.
Los Genitales
domingo, 8 de julio de 2007
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