El hombre, sexo y figura

sábado, 28 de junio de 2008


El hombre está capacitado para mantener una vida sexual activa hasta la vejez; pero, por lo visto, una cosa es el equipamiento de serie y otra el aprovechamiento que se hace de él. La mayoría de la población masculina llega a la etapa final de sus días con niveles de testosterona tan altos como para disfrutar de la sexualidad en plenitud. La realidad sin embargo es otra, bien distinta. Aunque faroleen todo lo que quieran, con los años sus encuentros sexuales se van reduciendo de manera «paulatina y considerable». Factores tanto físicos como psicológicos le llevan a perder fogosidad y, en muchos casos, a arrojar la toalla. Pero no hay por qué hacerlo.


Todo esto no es teoría psicológica, ni es el resultado del análisis de varios miles de encuestas. Son las conclusiones de una amplia investigación que se está realizando en ocho países europeos mediante la observación a lo largo del tiempo, en concreto durante siete años, de un grupo de 3.200 varones con edades comprendidas entre los 40 y los 79 años. Los primeros resultados de ese estudio, el primer gran trabajo sobre envejecimiento del varón que se realiza a gran escala, con financiación de la Unión Europea, fueron presentados ayer con carácter de primicia mundial en Bilbao, donde la Sociedad Española de Endocrinología celebra estos días su congreso número 50.

El informe EMAS, como se ha bautizado esta iniciativa, es la mayor empresa que se ha llevado nunca a la práctica sobre la salud del varón, según explicó ayer el especialista Felipe Casanueva, del Hospital Universitario de Santiago de Compostela, que lidera la representación española en el proyecto. «Así como de la salud de la mujer se han hecho infinidad de trabajos, no había nada específico sobre la población masculina», detalló el experto.


Proceso degenerativo

Los médicos saben que el final de la capacidad reproductiva de la mujer marca un antes y un después en la salud de la población femenina. La menopausia se anuncia con cambios físicos y psicológicos. A la ansiedad, depresión y dificultad para la concentración se unen sofocos, sequedad vaginal, problemas del sueño, urinarios, de los huesos. El proyecto EMAS se propuso como objetivo comprobar si en el hombre se vivía un proceso de similar naturaleza.

Desde hacía unos años, algunos especialistas venían hablando de un concepto que cada vez está más en desuso por su falta de consistencia. Comenzó a mencionarse la andropausia como el equivalente masculino de la menopausia, como el tiempo en que comenzaba a perderse el apetito sexual, entre los 45 y 50 años; aparecen los primeros síntomas de impotencia y también otros anímicos, como mayor tendencia a la depresión y la irritabilidad.


El macroestudio europeo sobre el hombre ha venido a corroborar lo que otros trabajos ya apuntaban. El concepto de andropenia no es válido porque el hombre no sufre un proceso «tan dramático como el que vive la mujer». Ni sus hormonas se revolucionan ni su cuerpo se transforma. Lo que le pasa al hombre, lo dijo ayer Felipe Casanueva, es algo «completamente distinto».
La caída de testosterona asociada a la edad, un fenómeno al que se le atribuían todos los males del hombre, es por lo general muy leve. Tanto que la mayoría de ellos llega a los 79 años con niveles suficientes para mantener una vida sexual saludable. Más allá de la curiosidad y el morbillo que pueda suscitar, este dato permitirá a los médicos elegir mucho mejor el tipo de paciente al que, por ejemplo, se le recetan hormonas masculinas contra la disfunción eréctil. Algunos especialistas ya han venido alertando en los últimos tiempos de que, tal vez, el uso indiscriminado de testosterona acabe provocando en los varones los mismos problemas cardiovasculares que la Terapia Hormonal Sustitutiva generó en las mujeres menopáusicas de más edad.


Cuestión de obesidad
Si no es una cuestión hormonal, ¿a qué se deben entonces la pérdida de deseo y los problemas de impotencia masculina? Los expertos sospechan que en esta realidad inciden, sin duda, factores psicológicos como el estrés diario, la presión laboral o la rutina de la vida en pareja, pero también otros físicos no menos importantes. Destacan entre todos ellos la obesidad y los problemas de salud asociados a ella, que no son pocos: hipertensión, diabetes, cansancio, problemas cardiovasculares...
Una evidencia: un hombre obeso de 40 años tiene la testosterona al mismo nivel que uno de peso normal de 55. La obesidad añade 15 años al proceso de pérdida de hormonas masculinas ¿Y qué les pasa a los mayores de 79? Ese será, entre otros, el contenido de la segunda parte de este estudio. Comienza a hacerse este mismo año con el mismo grupo de varones.

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