Ven a sus conquistas amorosas como trofeos y consideran el sexo como un factor que los posiciona y les da status ante la mirada de los otros.
Cuando yo era adolescente, tenía un amigo al que todos llamábamos “el voy a, vengo de”. La frase era porque siempre que uno se lo encontraba decía: “Vengo de estar con una mina” o “voy a estar con una flaca que me espera ya, ahora”. El grupo de amigos se dividía entre los que le creían (era, por cierto, el grupo minoritario) y los que consideraban que los suyos eran cuentos tan o más fantasiosos que los de los hermanos Grimm.
Es decir que este joven era o un vanidoso sexual o un mitómano. El tema de la vanidad o triunfalismo sexual también se ve en los consultorios sexuales, lo cual no significa que, después de tantos años, le haya creído una sola palabra a mi amigo de la adolescencia.
Vengo con harén
Al margen de los adictos al sexo o los donjuanes (que se caracterizan porque desean poseer no sólo sexualmente a sus parejas, sino que su objetivo es también enamorarlas), los vanidosos no necesariamente tienen que tener un sinnúmero de conquistas, sino que son expertos en aparentar que las tienen. ¿Por qué se tomaría alguien estas molestias? Porque el sexo es en nuestra sociedad un valor y, en muchos casos, un signo de status. No es raro escuchar: “Mirá el bomboncito que se está comiendo Carlos” o “sí, sale con Sofía, pero también con Ángeles y con Valentina”, por supuesto, con un indisimulable tono de admiración. Ser sexy se ha convertido en un valor y eso se ve, por ejemplo, en las tapas de las revistas de actualidad, cuando una actriz anuncia: “Sí, me separé” en bikini y con un dedo en la boca. No negamos que quizás la mujer ha vivido su ruptura sentimental con profundo dolor –como suele suceder en la mayoría de los casos–, pero la imagen que sale en tapa indica que, como hay que volver al mercado, hay que ser sexy, deseable, “picante”.
Ser capaces de despertar deseo en el otro se ha convertido en un valor y quien puede hacerlo goza de una posición nada desdeñable ante la mirada de los otros. Antes eran sólo los hombres los que monopolizaban ese discurso de varón con harén, pero ahora las mujeres también presentan esta conducta. He escuchado en algunas reuniones la admiración de mujeres al reconocer la apostura del amante o amantes de una de ellas, a quien no dudaron en pedirle detalles acerca del desempeño sexual del susodicho. En un momento me dio la impresión de que girábamos en torno a la abeja reina, por el ¿mérito? de haber conseguido que en su panal haya más de un zángano.
¿Y por casa?
Los demás los ven como exitosos y hasta les tienen envidia, pero ¿cómo ven ellos mismos su relación con el sexo? Los sexólogos españoles María Pérez, Juan José Borrás y Xud Zubieta afirman en su artículo “ Sexo por vanidad” que “todos sabemos que el sexo está altamente cotizado en nuestra cultura. Pareciera que una vida sexual intensa tiene la fuerza para contrarrestar cualquier otra insatisfacción que pudiera surgir.
Esto nos parece desproporcionado, pero sabemos que hay personas que viven con esta creencia”. Incluso, afirman que muchos, en lugar de buscar una pareja que les otorgue una sexualidad plena, se conforman con la apariencia, con que los otros crean que su sexualidad está llena de variedad y satisfacciones. Es decir que se autoengañan.
También analizan el hecho de que el sexo sea una forma de satisfacer necesidades neuróticas y, así como algunos se dan atracones de comida o beben en exceso, otros emplean el sexo usualmente para compensar ciertas carencias afectivas que no pueden resolver con relaciones esporádicas.
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