Posiblemente si evocamos situaciones eróticas, la mayoría de ellas estén relacionadas con el tacto. Así aparece el primer apretón de manos, la primera caricia robada, el primer beso furtivo.
El tacto es uno de los sentidos menos contaminados por la memoria. Y sin embargo el contacto físico está estrictamente prohibido en nuestra cultura, nos tocamos muy poco y aunque los mediterráneos no somos tan estrictos como los sajones, la verdad es que estamos aprendiendo mucho y mal de ellos.
Sin embargo la ciencia nos ha demostrado las perjudiciales consecuencias de este aislamiento corporal como problemas de desarrollo psíquico, enfermedades psicosomáticas y deterioro del sistema inmune.
Algunos médicos incluso llegan a firmar que la neurosis por falta de contacto corporal es uno de los males de nuestra cultura. Sin embargo los hombres y las mujeres pertenecemos a un grupo de animales que se caracterizan por ser los mas sobones de toda la naturaleza. Cuando los primates tienen cubierta sus necesidades de alimento gastan el resto de su tiempo en acicalamientos mutuos y caricias corporales. Los más cercanos a nosotros, los bonobós, emplean más tiempo en caricias sexuales que en coitos, lo que nos hace pensar que nuestra piel guarda recuerdos que vienen desde el principio del tiempo y que están ahí como la bella Durmiente, esperando a las manos sabias que los sepan despertar. Hombres y mujeres tienen manos que sirven para tocar, ayudar, cuidar y para expresar el deseo sexual mucho mejor que las palabras. La energía que fluye de nuestras manos es gratuita y nuestras manos tienen un lenguaje más antiguo que todo los que podamos decir con la garganta, expresan confianza, proximidad, amor y alegría, sólo hay que dejarlas hablar Todos tenemos ese lenguaje grabado en la masa de los genes pero la cultura nos obliga a olvidarlo, porque lo primero para que las manos expresen todo lo que tienen dentro es necesario tiempo, pausa y un ambiente adecuado, no se puede decir a la persona que se ama que se la desea en medio de un tráfico infernal o frente a un televisor vociferante. El sexo y el amor necesitan silencio o cortinas de silencio como son las notas sabias de la buena música. El masaje, la caricia en la piel con las manos es una de las formas más bellas de demostrarnos mutuamente lo que nos queremos, pero también es una forma excelente de despertar el sexo o de bajar las barreras que la vergüenza o la culpa han ido levantando en el Jardín Perfumado de nuestra sexualidad. La fuerza de los sentidos En esta serie sobre los sentidos que empezamos hoy me gustaría transmitir algo de ese estado de euforia y alguna de las sensaciones deliciosas que produce el masaje asociado al placer de los sentidos. Por ello hablaremos también de orgasmos y de olores. La vista y el oído no engañan, están manipulados por la cultura y llenos de imágenes de distancia que nos impiden llegar a los objetos o que nos los hacen percibir parcialmente pero el tacto y el olfato son sentidos de proximidad nos ponen en contacto con las cosas muy de cerca, a través de ellos entran dentro de nosotros y nos despiertan esas sensaciones dormidas que a su vez estamos despertando en el ser amado. En el masaje las reglas son muy pocas, apenas la de disfrutar y la de hacerlo por partes. No se puede sentir con la piel y con las manos, es mejor hacer los ejercicio que domingo a domingo voy a ir proponiendo por turnos. ¡Ah! Y las cosas nunca salen bien a la primera, pero no os importe porque aunque no consigáis de momento los resultados propuestos, si estáis juntos y vuestras manos están diciendo lo que os amáis eso ya es un gran paso para recuperar la intimidad y el placer sexual. Y ahora algunas recomendaciones:
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