Aunque la imaginativa mecánica de los arrebatos carnales se encuentra sobradamente documentada desde la antigüedad, el consenso científico para explicar la sexualidad de los seres humanos se ha venido cimentando en una serie más bien limitada de motivos: procreación, placer, búsqueda de mejores genes o parte de una relación sentimental. Sin embargo, dos profesores de Psicología de la Universidad de Texas se han aventurado a poner en cuestión estas reiteradas explicaciones a través de sistemática catalogación y análisis de las más variopintas razones esgrimidas por seres humanos para dejarse llevar por sus pasiones.
El estudio completado por David Buss y Cindy Meston, cuyas conclusiones aparecen publicadas en el último número de la publicación especializada 'Archives of Sexual Behavior', revela un total de 237 motivaciones, literalmente para todos los gustos. Razones que abarcan desde lo banal («aburrimiento» o «excesivo consumo de alcohol») a lo espiritual («quería sentirme más cerca de Dios»). Sin olvidar un cierto altruismo promiscuo («quería que la otra persona se sintiera mejor») o manipuladoras («quería un ascenso»).
El profesor David Bush, co-autor de 'La evolución del deseo' y otros libros, ha explicado en defensa de su comentado alarde clasificatorio que el porqué la gente mantiene relaciones sexuales «es una cuestión extremadamente importante pero sorprendentemente muchos científicos asumen que la respuesta es obvia». A su juicio, la realidad más sensual es que «la gente tiene razones muy diferentes».
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